domingo, 4 de abril de 2010

Cuatro renglones de Spencer.

Abril de 1922.
Como cada año, la nieve de la primavera sevillana había vuelto a aparecer cubriendo las copas de los naranjos amargos que soñaban la travesía de sus néctares rumbo a Gran Bretaña. Los palcos de la plaza de La Constitución se levantaban tablón a tablón, puntilla a puntilla, preparando los desfiles procesionales que se avecinaban bajo la atenta mirada de la Giralda, cuando de repente, un carpintero de la Cava que allí se afanaba ganando su jornal giró la cabeza y le vio.
-Adiós Enrique.
Enrique se paró junto a él, se cuadró y levantándose el sombrero con su mano izquierda inclinó la cabeza al tiempo que le estrechaba la diestra.
- Buenos días Rafael, miarma. ¿Cómo estás?
- Aquí, terminando esto, aunque no sé para qué, porque este año se mojan las cofradías…el Cachorro no se salva. Fijo. Abril aguas mil, ya sabes.
Enrique le dedicó una sonrisa y prosiguió su camino hasta el American Bar, establecimiento que hacía esquina con General Polavieja y lugar donde se reunían los directivos, jugadores y aficionados sevillistas.
Sentado en una vieja mesa con tapa de mármol Manuel Zapata Castañeda terminaba de escribir una carta.
Zapata Castañeda fue uno de los socios oficializadores del Sevilla F.C. en 1905 y en abril de 1922 era secretario de Club bajo el mandato de Carlos Piñar.
Zapata invitó a Enrique a sentarse a la mesa y le leyó la carta que acababa de escribirle a Ismael Rubio, jugador del primer equipo del Sevilla y que estaba prestando el servicio militar en la guerra de África. Le contaba en la epístola los pormenores del equipo, de los resultados en los últimos partidos y de los próximos enfrentamientos, le ponía al corriente de la marcha del Club y le rogaba que se cuidase.
-Dale recuerdos de mi parte- dijo Enrique.
-Hazlo tú mismo- espetó Zapata, entregándole el objeto que acababa de sacar de su bolsillo; una nueva estilográfica Parker Duofold de color rojo anaranjado.
Mientras Enrique escribía, Manuel Zapata miraba al cielo a través de los cristales y susurraba;
-Este año se moja el Cachorro.
Enrique firmó su pequeño texto, se despidió y se fue.
Zapata lo leyó;

Marzo de 2010.Los últimos estertores de un duro y lluvioso invierno han concluido.
Domingo soleado en Tomares. La primavera en el Aljarafe sevillano vuelve por sus fueros.
Una “caja mágica” es mostrada a unos ilusionados amantes de la historia, a unos apasionados sevillistas. La caja encierra tesoros que ponen la piel de gallina; fotos, documentos, títulos de socios, cartas…
La información se devora sin masticar, se engulle, se traga a chorros, se acumulan las sensaciones, algo parecido al síndrome de Stendhal nos atenaza, tanta belleza y emoción de golpe crean una sobredosis que te deja sin poder de reacción y casi aturdido.
La familia del jugador Ismael Rubio nos enseña los recuerdos del grandísimo equipier sevillista. Muchas cartas recibidas desde su Club del alma, algunas de cuando estaba en la guerra de África. Cartas firmadas por Sánchez-Pizjuán y por Manuel Zapata. Cartas de los años veinte que vuelven a ver la luz noventa años más tarde.
Nadie muere del todo mientras se le tenga en el recuerdo.
Y estando en esas, de entre las cartas, aparece una que nos llama la atención por tener una letra diferente. Un escalofrío nos recorre la espalda al leerla y descubrir la firma.
A buen seguro que el bueno de Ismael la leyó y releyó una y mil veces y se aferró a ella como a un ancla que le mantuviese amarrado al recuerdo del amigo que marcharía poco después al "cielo de la gloria sevillista".
Abril de 1922. Viernes Santo.

9 comentarios:

A. Ramírez dijo...

Mi más sincero agradecimiento a María y Nacho por esos deliciosos garbanzos con bacalao, esas torrijas y ese cafelito con cremita, aunque si no nos hubiesen puesto nada el agradecimiento sería el mismo.;D
Una vez más gracias.

Puerta 15 dijo...

MARAVILLOSO Antonio y gracias una vez más a la familia Rubio por hacernos disfrutar de esta forma.

P.D.: Gracias a Dios, este año la Hermandad del Cachorro ha efectuado au estación de penitencia con total normalidad y sin temor a los elementos climatológicos.

Un abrazo

Nacho Mateos dijo...

Sabes Antonio que no hay nada que agradecer.
Para nosotros esto es un auténtico placer y personalmente es algo que perseguía desde hace tiempo, pues como bien dices: "Nadie muere del todo mientras se le tenga en el recuerdo". Y te aseguro que a Ismael Rubio en esta familia se le tiene muy presente.
No olvidéis nunca donde tenéis vuestra casa.
Un abrazo.

Tántalo dijo...

Precioso Antonio. Cuantos buenos momentos va a traernos esa caja mágica.
Jorge Manrique hablaba de tres vidas: La terrenal, la del cielo y la de la fama en el recuerdo de la gente. Sin duda Nacho esta caja hará que Ismael viva muchos, muchos años esa tercera vida.

un saludo.

Jose Manuel Ariza dijo...

Saludos.

Yo tuve el privilegio, el honor y el placer de estar allí aquel día.

Y como bien señalaste en su momento, la letra de Spencer, como todo él, era diferente.

Miradla bien porque contra el uso común de aquellos años, la caligrafía de los colegios, es una letra moderna, distinta, inclinada hacia la izquierda...

Hoy sería normal. Entonces, no.

Zapata, Ismael y Spencer.

¡Vaya joya, Nacho!

Cuídate.

Anónimo dijo...

Gracias por tu post Antonio. Me ha encantado.No me puedo olvidar de que cuando leiste los cuatro renglones de Spencer te emocionaste.

Un abrazo.

María Marcos.

tennan dijo...

si me emociono yo, nada más de leerlo, cómo tienen que estar nuestros guardianes de la memoria.

Un saludo blanquillo

cornelio dijo...

Gracias María y Nacho.

Genial Antonio, no podía ser otro ¿verdad? Sólo Spencer.

Con la de vueltas que llevas dadas buscándolo...

Creo que Spencer te lo debía.

cornelio dijo...

Gracias María y Nacho.

Genial Antonio, no podía ser otro ¿verdad? Sólo Spencer.

Con la de vueltas que llevas dadas buscándolo...

Creo que Spencer te lo debía.