Pídele a los Reyes un almanaque.
Un almanaque hecho libro de la mano de un sevillista; Manuel Jesús Roldán.
Un libro ( como publicita el editor) sin principio ni final, sin orden de lectura, con historias trascendentes e intrascendente, con personajes históricos y personajillos de la historia apócrifa de la ciudad.
Peculiar como Sevilla, que llama almanaque a los calendarios, en sus páginas alberga una historia para cada día del año, sobre este rincón del mundo cargado de mitos y de verdades, de leyendas y de realidades, de grandezas y de miserias...
Como aperitivo, os dejo el texto de una hoja del Almanaque de Sevilla. Espero que al autor no le importe.
26 de junio. La ilusión.
Apenas eras un niño. Un niño que se aprendió, probablemente, la primera lista de nombres de su vida. Luego vendrían otros, pero aquellos no los olvidarás nunca. Los nombrabas muy rápido, como si fueran una letanía de las que rezabas en los rosarios de tu época. No se te olvidan: Bueno, Cayuso, Villalonga, Torrontegui, Félix, Leoncito, López, Pepillo, Campanal, Raimundo y Berrocal.
26 de junio de 1939. Aquel día llegaban a la ciudad los héroes de tu infancia. El día anterior te habían hecho sentir un niño feliz. Un día de color en medio de una época negra. Recuerdas tus zapatillas gastadas y algunos días en los que no había mucho para comer. Una Sevilla negra de la que te salvaban los colores del equipo de tus sueños.
Sueños en rojo y blanco.
Con una mezcla extraña de sentimientos recuerdas la vieja radio familiar. La había fabricado un tío tuyo, tú no sabía cómo, pero aquello se parecía más a una caja de puros. Pero sonaba. Y casi siempre se oían cosas muy serIas, y noticias que ponían tristes a tus padres. Algunas veces, cuando tu abuelo te mandaba aquello, tú esperabas lo peor:
- “Anda niño, pon el parte...”
Entonces encendías la radio y oías noticias de una guerra que pensabas lejana, y músicas serias y hasta algunos discursos de un tío que te parecía un borrachete con muy mal humor...
Pero con el fútbol era diferente. Cuando escuchabas los resultados de tu equipo tenías un motivo para la ilusión, una ventana abierta a tus sueños rojiblancos. Y aquel año había sido bueno. Primero había caído el Ceuta, luego el Atlético Aviación y luego el Alavés. Lo del Aviación no se te olvida: eso de que la delantera de tu equipo se pareciera a los Stukas te sonaba a batallita de las que salían en el Nodo. Un gran año en medio de tanta miseria. Pero lo mejor fue aquella final. Fue en Barcelona, frente al Racing de Ferrol. Tu equipo se paseó y ganó por seis tanto a dos. Tu ídolo, Campanal, metió tres goles. También marcaron Pepillo y Raimundo. La final la había presidido un general con nombre de Mosca y aquella Copa ya se llamó del Generalísimo. Eso te sonaba a exageración...
Todavía los recuerdas. Al día siguiente, el equipo de las ilusiones de tu infancia llegaba a Sevilla. Ilusiones rojiblancas de un niño en una época en blanco y negro… Han pasado muchos años. Ya no eres un niño. Más bien estás en eso que llaman tercera edad. Ya no hay generalísimos... ahora las copas las entregan los reyes. Pero tú vives un tiempo de ilusiones. Algunos te han dicho que te ven cara de niño. Un niño que sigue viviendo ilusionado…
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