viernes, 30 de diciembre de 2011

La tajá


En las noches de fiesta casi todo está permitido.
Por supuesto dentro de la lógica armonía que debe imperar entre personas civilizadas.
Se come, se bebe, se canta (cánticos locales, regionales e internacionales) y se brinda por los éxitos obtenidos en el pasado y por lo que ha de venir; ese adviento constante y perdurable.
La alegría nos une.
La diversión se contagia y nos lleva a sentirnos a gusto dentro de los elementos de nuestra tribu. Somos grupales por naturaleza, aunque haya excepciones.
Las burbujas de la cerveza o el champán, el regusto del tinto o la sequedad con aromas a madera del scotch whisky nos desinhiben de nuestros complejos y de la vergüenza hasta hacernos sentir protagonistas, a veces histriónicos, de nuestro alrededor.
Hasta tal punto puede llegar nuestra inconsciencia que somos capaces de intentar, con la tajá, equilibrios sobre una silla.

Y es que algunos no se han enterado
que el pasado no está muerto ni enterrado.

¡Feliz Año!

1 comentario:

Cornelio dijo...

Desde luego, tras los hurras correspondientes, no viene mal algo de diversión.