Las imágenes son un elemento fundamental en los procesos cognitivos que pretenden una permanencia a largo plazo en la memoria. Dicho de otro modo: es más fácil que acabemos recordando lo visto de forma concreta que con cualquier otra percepción más abstracta.
Eduardo Punset.
Eduardo Punset.
Como un diorama enmarcado por palos, se nos presenta la escena tamizada por las mallas que cuadriculan la ciudad, una ciudad enredada a la pasión por el goal.
Un día cualquiera de 1918. Primerísimas horas de la tarde. Campo de las tablas rojas, o del Mercantil, o del Prado de San Sebastián, o simplemente; campo del Sevilla.
El goal-keeper, abierto el compás y tensas las piernas, inclina ligeramente el tronco hacia delante manteniendo el abdomen en tensión. Todo el cuerpo se repliega hacia sus adentros como un muelle que se contrae a la espera del disparo que suelte el resorte y le lance al aire sevillano buscando la esfera. La tensa espera.
Disculpen que no le reconozca de espaldas y no pueda decirles su nombre. Puede ser el gran Paco Díaz –inventor de la zamorana- que por aquel año terminaba su andadura en el Eterno Campeón de Andalucía. También puede tratarse de Avilés que llegó ese mismo año, o incluso de Santizo, que actuó de puente entre los anteriores.
Un proyecto de ataque se cierne sobre el marco sevillista. Más delanteros que defensas, de estos sólo dos y un tercero que se incorpora, expectante, al trote. Fútbol de ataque, vistoso, atrayente, captando la atención de las masas en pugna con el arte de Cúchares. Esferomaquia contra tauromaquia. La pelota frente al toro.
La arboleda de los jardines de Murillo como telón de fondo. Pronto, desde allí, se asomaría curioso un león sobre dos altas columnas. Bajo una de sus patas controlaba una pelota de piedra. Pretendía emular a sus héroes futbolísticos; Brand, Ismael, Armet, Spencer, Esbobar…Pero cuando el fiero felino se subió a su pétrea atalaya, ellos ya no estaban. Se habían marchado buscando nuevas tierras donde desplegar la gracia y el salero de una escuela que revolucionaba sin pudor aquello que antes sólo eran patadas.
Pero la que no se privó del deleite supremo de contemplarlos fue la Alta Torre. La Guardiana de los sueños de nuestra ciudad, esa, esa que presume orgullosa de ver al Sevilla.
Un proyecto de ataque se cierne sobre el marco sevillista. Más delanteros que defensas, de estos sólo dos y un tercero que se incorpora, expectante, al trote. Fútbol de ataque, vistoso, atrayente, captando la atención de las masas en pugna con el arte de Cúchares. Esferomaquia contra tauromaquia. La pelota frente al toro.
La arboleda de los jardines de Murillo como telón de fondo. Pronto, desde allí, se asomaría curioso un león sobre dos altas columnas. Bajo una de sus patas controlaba una pelota de piedra. Pretendía emular a sus héroes futbolísticos; Brand, Ismael, Armet, Spencer, Esbobar…Pero cuando el fiero felino se subió a su pétrea atalaya, ellos ya no estaban. Se habían marchado buscando nuevas tierras donde desplegar la gracia y el salero de una escuela que revolucionaba sin pudor aquello que antes sólo eran patadas.
Pero la que no se privó del deleite supremo de contemplarlos fue la Alta Torre. La Guardiana de los sueños de nuestra ciudad, esa, esa que presume orgullosa de ver al Sevilla.
1 comentario:
Maravillosa la foto. También el texto. Y el nuevo look del blog. Joé, esto último no sé en qué idioma está escrito. ¿Me zentiende?
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